Hacía tiempo que Eli no estaba con nadie, decía que ya no valía la pena sacrificar ciertos valores por pasar un rato agradable, demasiadas consecuencias. Y era todo elección propia, había mandado hibernar al monstruo sexual que llevaba dentro, pues dentro de aquella mujer de cabello castaño y ojos verdes habitaba la pasión en persona.
La tentación al final acaba siendo demasiado fuerte, y después de que algún que otro acercamiento con hombres que se quedaron en eso, un simple acercamiento, un aquí y allá pero nada más, por fin había alguien que despertaba en ella algo que hacía tiempo no sentía, algo animal. Ese muchacho de piel oscura y ojos claros como la mar, exótico mestizo que le recordaba a un felino cuando se movía alrededor de ella. Se le hacía la boca agua. Las dos.
Pero estaba prohibido. No follarás con el marido de tu amiga, decían los mandamientos, o al menos así parecía recordarlo. Quizá por eso le atrajera tanto, porque estaba prohibido. El caso es que él la cortejaba y cada vez que se encontraban se movía alrededor de ella como quien acecha una presa, ella se sentía como algo comestible y la atmósfera rezumaba sexo por todos lados.
Esa noche se habían marchado ya todos, unos borrachos, otros cansados y se habían quedado ellos solos, Eli y Daniel. Su mujer no estaba. Ésta vez ella no tuvo tiempo para pensar, se miraron y comenzaron a besarse, más bien a devorarse. Tenían hambre el uno del otro. El bar estaba todavía bastante lleno y ella tuvo el impulso de llevárselo a baño y aliviar esa tensión que les iba a hacer explotar; estaban muy pegados y podía notar la gran verga negra que aguardaba en los pantalones. «Toda para mí», pensó.
Él se lo tomaba con más calma, y en cuanto notó que Eli estaba totalmente entregada le propuso ir a casa. Durante el trayecto en el taxi él aprovechó para pasear sus dedos por los muslos de Eli hasta llegar a la entrepierna, estaba muy húmeda y no le importó lo más mínimo que empezara a masturbarla delante del taxista. Se sentía muy viva haciendo algo tan escandaloso, apenas le salían las palabras, aunque tampoco se atrevía a hablar mucho, ¡cómo si el taxista fuera alguien que la pudiera reconocer! Por fin llegaron, ¡a casa de él! No tuvo tiempo de pensarlo mucho y la sorpresa fue aún mayor cuando abrió la puerta de su casa, tomó a Eli de la mano y la condujo hasta la habitación. Allí estaba su amiga esperándoles, tendida en la cama sin más prenda que un escaso camisón azul más bien transparente, tocándose y mirándolos con deseo: -Por fin llegáis-.
Eli se sintió acorralada, ¿engañada? Su amiga había sido cómplice de todo ese despliegue de seducción del que se sentía víctima, ¿o más bien partícipe? Le temblaban las piernas, de tal manera que no se sentía con fuerzas para darse la vuelta y volver por dónde había venido. Se dio cuenta de que no conocía a su amiga, o a lo mejor no se había atrevido a conocer esa faceta durante su época de hibernación sexual. El caso es que se quedó allí plantada sin saber qué hacer, Daniel la rodeó por la cintura y la animó a acercarse a la cama, su amiga se levantó y la regaló un dulce beso en los labios. Él la agarró por detrás, y pudo notar la ferviente erección como se apretaba contra su culo. Empezó a relajarse poco a poco, sintiéndose partícipe de algo prohibido y muy excitante; además, era la estrella invitada.
Los labios de su amiga eran dulces, carnosos y templados. Nunca había besado a una mujer. Abrió la boca despacio y sus lenguas se encontraron, la cálida humedad la hizo estremecer y empezó a tocarla, deslizó sus dedos por los brazos hasta los hombros y sin darse cuenta la fue desnudando. Él mientras tanto agarró sus pechos y la apretó contra sí, no se había percatado que ya estaba medio desnudo. Sus manos poco a poco le fueron quitando la ropa hasta dejarla completamente desnuda, se tendieron sobre la cama ellas dos frente a frente y él detrás de Eli que se sentía totalmente abrumada por tanta caricia. Empezó a masturbar a su amiga, era una sensación desconocida, nunca había tocado un sexo femenino que no fuera el suyo propio, imaginaba cómo complacerla pero no se sentía del todo segura, le miró a la cara y unos ojos oscuros la fulminaron, brillaban, sus párpados se abrían y cerraban lentamente con lo que Eli supo que estaba haciendo disfrutar a su compañera. Se tendió boca arriba mientras seguía recibiendo esos besos tan intensos, notó que unos dedos rozaban la entrepierna, le separaban los labios y se introducían lentamente, trazando círculos. No se quedaron solos, pronto fueron acompañados por una lengua. Dos lenguas le estaban haciendo gozar a la vez. No pudo aguantar más la excitación, y llegó su primer orgasmo.
Se incorporó sobre los codos y por fin comenzó a asimilar que lo que estaba viviendo era real. Se tumbó sobre su compañera y empezó a tocarla, primero sus pechos, suaves y turgentes; fue bajando hasta llegar a sus piernas, las abrió despacio y empezó a lamer la vulva que chorreaba de placer, lamio su clítoris muy despacio, como si trazara un abecedario sobre él. La sorpresa le vino por detrás, Daniel no perdía el tiempo y la agarró por las nalgas, buscando otro punto de placer. Introdujo un dedo muy despacio por el ano, que se fue abriendo poco a poco. Eli se sorprendió gratamente de las sensaciones que experimentó, le estaba gustando mucho. Como ella ya se había corrido una vez, se apartó para que Daniel penetrara a su mujer que estaba a punto de estallar. La visión de los dos amantes tan perfectamente compenetrados, follando de forma animal delante de ella mantenía su llama, no quiso aguar la fiesta así que siguió masturbándose hasta que ella se corrió. Él salió lentamente y se tendió de lado en la cama, Eli no quitaba ojos de aquel miembro, oscuro y brillante a la vez, palpitante, que apuntaba hacia ella; acercó su boca y le besó la punta, estaba húmedo y conservaba el sabor salado de los jugos que acababan de envolverlo. Se sentía en deuda con Daniel por haberle obsequiado con aquel regalo, con aquella noche; abrió la boca y trazó un suave círculo sobre la punta, haciendo presión con la lengua en la zona más sensible. Bajó su boca hasta metérsela entera, tenía un tamaño considerable y notó una pequeña arcada, así que se la sacó un poco y se centró en la punta, cerró bien los labios alrededor y subía y bajaba mientras completaba el trabajo con la mano. Él se estaba deleitando con aquella mamada, pero no quería correrse todavía, así que paró a Eli y la invitó a que se sentara encima de él. Notó como aquel miembro la atravesaba, y aun así comenzó a cabalgar sobre él con energía, lo notaba hasta en el vientre cuando llegaba al fondo. Era como si todos los puntos sensibles de su cuerpo se concentraran en las paredes de su vagina ya que podía notar cada centímetro del miembro dentro de ella. Volvió a correrse, y salió para que él terminara sobre ella; envolvió el miembro entre sus pechos, y lo envolvió en un enérgico masaje hasta que se corrió sobre ellos.
Cuando se recuperaron y se vistieron se miraron los tres sabiéndose partícipes de un gran secreto. Eli tenía la sensación de que era algo que no volvería a repetirse pero, ¿por qué no?
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