La terminal estaba prácticamente vacía, había una calma casi desconocida para mí. Salía de un pequeño aeropuerto y era tarde, tampoco era tan extraño. Estaba deseando embarcar, estaba seguro de que el vuelo iría bastante vacío y podría echar una cabezada estirado en 3 asientos a la vez…
Por fin embarcamos, mejor dicho, embarqué. No había nadie más en el avión así que coloqué mi pequeño equipaje en el maletero y me puse cómodo. Al final del pasillo, vi a una chica rubia muy delgada, iba vestida de azul y parecía distraída colocándose el pelo mientras se miraba en un espejo de mano; era muy guapa. Fui al baño, esos típicos baños de avión donde no sabes para qué sirve cada botón… Pensé como sería hacerlo en el baño de un avión, una fantasía muy típica, la gente contaba historias sobre lo excitante que era. Pensé en cómo le subiría la falda a la chica rubia de ahí fuera, le bajaría las bragas muy despacio y en cómo la empotraría contra ese lavabo… ¡uff! Llevaba demasiado tiempo sin sexo del bueno.
Volví a mi asiento y esperé por educación a que viniera la azafata con las explicaciones pertinentes del vuelo, para luego acomodarme. Entonces apareció ella; claramente no había más pasajeros esa noche, la chica rubia con la que había fantaseado era la azafata. Me saludó educadamente y después sonrió, había volado cientos de veces con esa compañía pero nunca había coincidido con ella. Empecé a notar un hormigueo en la entrepierna, me acomodé en el asiento, me estaba poniendo un poco nervioso.
Cerró uno a uno los compartimentos para las maletas, cuando subía los brazos se le marcaba el sujetador, era tan fino que era fácil adivinar sus pezones bajo la blusa. Mi erección era ya más que evidente y no pasó desapercibida para ella. Me miró fijamente y se quitó la chaqueta. Se sentó a mi lado, y fue desabrochando uno a uno los botones de mi camisa, abrió la hebilla de mi cinturón y me desabrochó los pantalones, la tenía tan dura que creí reventar dentro del calzoncillo sino me liberaba. Se remangó la falda hasta la cintura y se sentó a horcajadas sobre mí. No llevaba bragas. Me besó en el cuello muy despacio, lamió el lóbulo de mi oreja derecha, mientras iba moviendo lentamente sus caderas hacia mí; se frotaba contra mi bragueta. Siguió bajando la lengua y se detuvo al llegar a mis pezones, jugó con ellos con la lengua, haciendo pequeños círculos para terminarl con un mordisco. Me era imposible tener las manos quietas, aunque la sorpresa todavía me tenía paralizado. Desabroché su blusa sin esfuerzos y liberé sus pechos del sujetador. Eran pequeños pero firmes, con unos pezones sonrosados que los hacían de lo más apetecible. Reclinó el asiento hacia atrás mientras metía la mano en la bragueta. Yo me comía literalmente sus pechos mientras ella me masturbaba con movimientos firmes pero seguros, tenía unas manos hábiles, pero yo también así que empecé a acariciar su sexo. Estaba muy húmeda y sus labios enseguida dejaron paso a mis dedos para introducirse dentro. Le metí dos mientras bailaba sobre su clítoris con el pulgar. Su cara reflejaba el placer que estaba sintiendo y no apartaba sus ojos de los míos, apenas pestañeaba. Me intimidó un poco, no el que una persona que no conocía de nada me estuviera haciendo aquellas cosas, sino que fuera capaz de sostenerme la mirada tan de cerca y sin vacilar. Sus párpados se cerraron lentamente mientras abría la boca y en ese momento se introdujo la punta del pene dentro. Se quedó allí quieta y volvió a mirarme fijamente mientras descendió lentamente hasta tenerlo todo dentro. Empezó a subir y a bajar y agarré su cintura para acompasar el vaivén. Yo mordía sus pechos mientras sentía sus fluidos chorreando por mi muslo. Cambió el ritmo, paró en seco y empezó a besarme mientras aprisionaba el miembro con hábiles contracciones. Era una especie de diosa del sexo, no había sentido nada parecido. Comenzó entonces a mover la cadera en círculos como si bailara sobre mí mientras se masturbaba cada vez más deprisa. Esta vez sí cerró los ojos, su respiración era cada vez más rápida hasta que se convirtió en un jadeo; me humedecí un dedo con saliva y se lo introduje en el culo despacito. Abrió los ojos de par en par, pero no me rechazó; podía notar su aliento sobre mi cara hasta que clavó los dientes sobre mi hombro mientras se corría. Noté las contracciones en el dedo que tenía dentro de ella, yo estaba muy cerca también, no aguantaría mucho más. Se puso de pie medio mareada todavía y apoyando las manos en mis rodillas, se agachó para hacerme terminar con la lengua. Su boca era tan cálida como su sexo, le cabía todo dentro con gran facilidad. Jugaba con su lengua y volvía entonces a metérsela y a sacársela después muy despacio apretando los labios. Le dije que no podía más y entonces me dejé ir, noté los espasmos y el orgasmo me sacudió de arriba abajo. Ella lo tenía todo dentro de la boca, y mirándome fijamente se tragó hasta la última gota.
¿Alguien me tocaba el hombro?
-Perdone caballero, se ha quedado dormido. Abróchese el cinturón que vamos a tomar tierra en breve
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