La Ventana

«El momento más placentero del día era cuando llegaba a casa, se duchaba y salía a la terraza a fumarse un cigarro tranquilamente. El tiempo era primaveral y alargaba el cigarro con una cerveza, con el periódico, o con cualquier cosa que entretuviera mientras Elena preparaba la cena. Por casualidad una tarde observó por una de las ventanas del edificio de enfrente a una mujer caminando de un lado a otro de la casa medio desnuda. La siguió con la mirada de una ventana a otra, la perdía de vista, volvía a aparecer y después volvía a esfumarse. Así lo hacía una tarde tras otra; la última hora en el trabajo se le hacía eterna contando los minutos para llegar a casa. Parecía que ella también se hacía partícipe de la escena y era consciente del poder de excitación que despertaba en Alberto, que había comprado unas plantas nuevas el fin de semana anterior y así tenía otra excusa para pasar más tiempo en la terraza atendiendo a su cuidado, o eso era lo que le hacía creer a Elena.

Ahora la veía todas las tardes, casi a la misma hora, siempre con escasa ropa encima y siempre ejercía el mismo poder sobre él, salía a la terraza ya empalmado. Una tarde cuando se asomó la vio echada sobre la cama, parecía dormida, la observó durante unos minutos mientras se desperezaba y a continuación vio cómo metía su mano dentro de las bragas y comenzaba a masturbarse. Metió la otra mano por debajo de la camiseta y fue fácil imaginar cómo se acariciaba o quizá se pellizcaba los pezones. La erección de Alberto reclamaba a gritos atención y mirando a un lado y al otro, y viendo que nadie podía observarle se bajó la ropa que aprisionaba su miembro y comenzó a masturbarse él también. Notaba la adrenalina recorrerle por dentro. Un poco más abajo, en la ventana de enfrente, el espectáculo continuaba, ella se retorcía de placer entre las sábanas, se había quitado ya toda la ropa mientras que Alberto agitaba una y otra vez su verga, la sacudía enérgicamente poseído por un deseo irrefrenable, hasta que liberó la adrenalina contenida en una corrida sobre la tapia de ladrillo que tenía delante. Se agarró al borde mientras cerraba los ojos y encontraba sostén con la mano, o de lo contrario perdería el equilibrio. Limpió el semen con la manguera y se asomó de nuevo para quedarse paralizado viendo como ella, completamente desnuda, miraba hacia su terraza mientras se sacaba dos dedos de la boca y después hacía señales con ellos: un cinco y una C. Era su piso.

Al día siguiente por la tarde Alberto le dijo a Elena que salía a comprar tabaco y a dar una vuelta, ella no se extrañó ya que dentro de unos días iba a ser su aniversario y pensaba que Alberto saldría a comprarle algo. A él ni se le había pasado por la cabeza

Caminó hacia el portal de enfrente muy decidido, dudó a medio camino y estuvo apunto de echarse atrás. Entró al bar de debajo de su casa y compró tabaco. Esta vez no dudó, salió y fue directamente al portal y tocó el telefonillo, 5ºC. La puerta se abrió y entró rápidamente. Subió por el ascensor y al salir encontró una puerta medio entornada, comprobó que era la letra C y entró acompañado solamente por la tenue luz de la entrada…»

…¿te atreves a asomarte al resto de la historia?

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