Me da pereza el sexo mañanero. Me da pereza casi todo por la mañana, bueno, más bien todo. Entreabro un ojo para ver por el pequeño hueco que queda bajo la persiana, todavía no es de día pero los rayos de sol ya empiezan a brillar. Me duele el cuello, será la postura. Tengo el brazo derecho atrapado bajo mi cabeza, inmovilizado de tal manera que siento un hormigueo en parte de la mano y el antebrazo. Aunque ya estoy despierta, cierro de nuevo los ojos y soy consciente del resto de mi cuerpo. Mientras, otro cuerpo calienta mi espalda, está muy pegado y su miembro me está rozando. “Siempre son buenos días para él”, me digo, sonriendo. Muevo mi brazo y con ello ligeramente el resto de mi cuerpo, el cuerpo pegado a mi espalda vibra también y empiezo a notar suaves caricias en mi nalga. Su mano alcanza mi cadera izquierda pero mi nalga sigue recibiendo caricias por algo que no es un dedo. No, no es un dedo, pronto me doy cuenta. Gruño pero me dejo hacer, su mano ha alcanzado mi vello púbico y lo acaricia despacio, penetrando en él. Se está pegando más y más a mí, noto ahora su respiración un poco más profunda y rápida calentando mi nuca. Respira al mismo ritmo que se frota contra mi culo, me estoy poniendo cachonda por momentos pero prefiero seguir fingiendo que todavía estoy dormida. Empieza a besar mi cuello muy despacio, apartando mi pelo y marcando con sus labios un camino que empieza y acaba en el mismo sitio. Sigue frotándose contra mi, empieza a gemir, ¿intentará penetrarme dormida? ¿o sabe que estoy despierta? Yo sigo disimulando, tengo experiencia en orgasmos silenciosos, confío en seguir así un ratito más pero no, mi cuerpo, de forma involuntaria me ha delatado. Mi culo se frota contra él casi sin darme cuenta, en un movimiento lento y muy suave, pero suficiente para mantenerlo alerta. Su miembro está cada vez más duro, puedo sentir su firmeza solo con rozarme la piel; ahora que ya sabe que estoy despierta intento que me penetre, así que acerco mi culo más hacia él, mostrándole mis intenciones, pero no parece querer seguir por ahí. Se ríe porque ya sabe que estoy despierta. Me río yo también y me giro para besarle y acurrucarme contra su pecho. Yo todavía estoy perezosa, él ya está completamente alerta.
Continuamos besándonos y se coloca sobre mí sin aplastarme, se aparta y se queda sentado sobre las rodillas, mirándome. Lo miro dubitativa y comprendo enseguida, va a despertarme por las buenas. Tira de la sábana con violencia, hasta que acaba tirada por el suelo y se coloca frente a mi coño, parece que se está poniendo cómodo. Me mueve, tira de mí para que estemos tumbados a lo largo de la cama, en diagonal, así puede tumbarse abrazando mis muslos. Comienza a besarlos, muy despacio. Me dice que qué suave estoy ahí abajo y me estremezco. Empieza a introducir un par de dedos dentro de mí mientras sigue besando y acariciando mis muslos, después la lengua ya está sobre los labios. Saca los dedos y continúa el trabajo solo con la lengua, me abre en dos partes, lame cada una de ellas y vuelve a empezar. Ahora por arriba, da vueltas a mi clítoris y vuelve a empezar por abajo. Miro hacia abajo y sólo veo su pelo castaño. Ahora sube un poco la cabeza y puedo ver como brillan sus ojos. Me lame entera, me besa, me come. Ahora un poquito más fuerte, demasiado deprisa. Estoy gritando. Me duele un poco, está muy sensible porque anoche nos pasamos tres horas follando. Me duele pero me da placer, me estoy mordiendo el labio y clavando las uñas en el colchón. Ahora va más suave, sólo me roza con la punta de la lengua, pero ha vuelto a meter dos dedos dentro. Los mueve en círculos, sabe que eso me vuelve loca. Indice y corazón, los dedos mágicos. Ahora se mueven hacia fuera, presionando hacia arriba. Estoy muy cachonda y a la vez me estoy meando, dicen que los orgasmos con la vejiga llena son más intensos. Me relajo y me dejo llevar de nuevo. Él sigue, no cesa, ni siquiera ha dejado de lamer mi clítoris. Vuelve entonces al ritmo anterior, a la succión alterna con suaves pasadas de lengua. Me tiene agarrada como si me fuera a escapar, pero a la vez me siento más libre que nunca. Gimo sin control, mi respiración entrecortada delata la llegada del orgasmo, que intuyo, será brutal. Me dejo ir, me agito sin querer con una violencia que no altera a mi contrincante sino que hace que esté más y más concentrado ahí abajo. Extiendo los brazos hacia atrás mientras me corro irremediablemente, él para por fin y se abraza a mis empapados muslos que chorrean ya hasta mojar las sábanas. Buenos días.
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