El relato sin nombre

Voy a ponerme a escribir porque hoy es una de esas noches en que me va a costar dormir y sé que acabaré masturbándome y pensando en ti antes de intentar conciliar el sueño. Hace relativamente poco que frecuentas esa parte de la imaginación que me hace mojar las bragas. No era así cuando te conocí, te lo prometo, yo sentía otro tipo de admiración, que aún conservo, pero hace unos días tuve un sueño que hizo que se movieran algunas piezas. Desperté temblando, sudada y exhausta como si hubiera tiritado de fiebre durante un buen rato. Recuerdo quedarme mirando al techo como atontada. Rara vez llego hasta el final cuando tengo un sueño de este tipo, es una suerte que pocas veces me acompaña, pero este dejó huella hasta en el pijama.

Hace tiempo que te espío, observo tus movimientos mientras trabajas y haces tus cosas. Estás en silencio y a veces murmuras. Son palabras imperceptibles que no soy capaz de identificar. Esta última vez ha sido diferente, he dejado de observarte a través de la mirilla por la que me asomo normalmente y he estado en la misma habitación que tú. He podido oler lo mismo que hueles tú, escuchar lo mismo que escuchas tú, pero sería un atrevimiento por mi parte decir que he podido ver lo mismo que ves tú puesto que tienes un don para capturar momentos que yo no tengo. 

La escena es muy simple y monocromática, oscura pero cálida. En primer lugar, me vi como espectadora, pero pronto estuve dentro de un cuerpo que me resultó familiar y empecé a ser consciente de mi propia taquicardia; estaba excitada y bastante nerviosa. Pude observarte durante mucho rato, adivinar la silueta de tu espalda y seguir tus movimientos. Quería acercarme lo suficiente para apartarte el pelo y susurrarte cerca de la nuca para sorprenderte, lamer tu piel e identificar el sabor salado de tu sudor. A pesar de no hacerlo, me encontraba cerca de ti, tanto que no sabía cómo no te percatabas de mi presencia. Por un lado, mejor, porque quería seguir mirándote un rato más antes de que te volatilizaras. 

Tengo ese defecto: pienso que todo lo bueno que me pasa está condenado a ser breve. ¿Alguna vez has pensado en mí como lo estoy haciendo yo? Me pregunto si deseas tocarme y si te has masturbado pensando en mí. 

Sigo. Me encontraba cómoda en ese rincón de la habitación, protegida por la penumbra. Me descubrí desnuda, no le di importancia puesto que ya había estado así contigo, aunque no de manera literal. Quitarse la ropa no es la única manera de desnudarse. 

Cuando terminaste la tarea, comenzaste a recoger y a observar el resultado mientras caminabas hacia atrás. Yo intenté hablar, pero no me salió la voz. Estaba muda, desnuda y muda. Por fin te acercaste a mí, tanto que se me puso el vello de los brazos de punta y la piel de gallina. Volví a intentar hablar, decir tu nombre, pero no podía ni articular palabra. 

Puede que mi subconsciente estuviera haciendo de las suyas, ya no sé si es que no podía hablar o es que tú no podías oírme. En el fondo sigo albergando el temor a no ser más que el reflejo de tus ganas de llenar mis agujeros. El sexo es la tierra firme donde doy pasos seguros, pero me veo en la necesidad de escribir esto porque hace tiempo que el suelo se quiebra bajo mis pies, por ti. Y, aunque no ha tenido nada que ver con el sexo, ahora mismo nada me gustaría más que volverme líquida dentro de uno de tus abrazos. 

Te topaste conmigo, no te sorprendiste, es como si ya supieras que estaba ahí. Claro, es un sueño. Suspiré aliviada e intenté hablar de nuevo, pero me cerraste la boca con dos de tus dedos. Por fin contacto físico.

Recuerdo pasarte un mechón de pelo detrás de la oreja y jugar con él. Seguía sin poder hablar, pero al menos podía mover las manos. Nos quedamos mirando fijamente durante lo que creo que fueron unos minutos, no necesitaba luz para eso, lo que necesitaba ver estaba dentro de ti. 

Recuerdo estar muy excitada, la tensión de saber que por fin íbamos a besarnos se descargó de golpe al probar tu saliva. Qué placer poder saborearte despacio, incluso antes de que nos tocáramos con las manos, había conseguido lo que más quería: tocarte con la lengua. La humedad del beso pronto se propagó y sentí cómo manaba entre mis piernas. Necesitaba tu mano buscando mi coño y dándome a probar su sabor impregnado en dos de tus dedos. Adivinaste mi pensamiento, me llenaste la boca de flujo y después te besé de nuevo.

Te fuiste quitando la ropa con mi ayuda, no dejábamos de besarnos, tenías una mano apoyada en mi cintura y con la otra me masturbabas. Te hice parar para bajarte los pantalones. Hay pocas cosas que me gusten más que ver una polla por primera vez, sacarla yo misma de la ropa interior y hacer que termine de crecer entre mis manos o dentro de mi boca. Una vez que te tuve con los pantalones por los tobillos, pasé la mano por encima de la tela para marcar con dos dedos la silueta de tu miembro. Algunas serpientes miden a su presa momentos antes de devorarla, yo estaba haciendo lo mismo. Te miré a los ojos para hacerte saber que iba a disfrutar dándote placer, quería que te sintieras deseado. Después de una mamada a cámara lenta, me pediste que me pusiera de pie y me apoyara sobre la mesa, por un lado, quería que me follaras ya, pero por el otro, sentí una pizca de decepción. ¿Ya? 

Pues no, ya no.     

Nunca me habían comido el coño y el culo a la vez de esta manera tan salvaje, no sé si fue cosa del sueño o de mi poderosa imaginación, pero has dejado el listón muy alto. Se te hundían los dedos en la carne mientras movías la cabeza para llegar a todas partes con la lengua. Intuía que querías follarme los dos agujeros, tal y como estabas abriendo paso con los dedos de las dos manos. Estando casi a punto de correrme, paraste un momento para dejarme respirar y así ponerte de pie. Miré hacia atrás y divisé parte de tu perfil, planté las palmas de las manos encima de la mesa y esperé a tenerte dentro. Era cuestión de segundos. Sentí tu polla dura sobre mis nalgas, ¿me estabas midiendo tú? ¿Calibrando cuánto de ti iba a entrar dentro? Pues todo, aunque fuiste delicado hasta para metérmela. Hacía tiempo que no sentía tanto placer, fue como si algo se desparramara dentro de mí, me llenara y me provocara una gran sensación de felicidad. Me sujetabas la barbilla con una mano, me mordías el lóbulo de la oreja y por fin me confesaste entre jadeos las ganas que me tenías. 

Los polvos oníricos tienen una sensibilidad especial, todo se multiplica y se siente muy real, pero la noción del tiempo a veces es un poco confusa. Me gustó mucho la manera en que me follaste, por ahora solo puedo permitirme imaginarlo, pero como eso no lo puedes controlar, lo hago y además lo escribo. 

Me está encantando recordarlo. La verdad es que tú ya has estado dentro de mí, de hecho, ya me has follado la mente. Nos conocimos en pleno invierno, que es cuando se ven las almas por dentro, igual que a los árboles. Ahora es primavera, es hora de que algo cambie. Al final las cosas nunca salen como uno las planea, pero esto tenía que salir a la luz tarde o temprano. La oscuridad ayuda, de hecho, es indispensable para revelar según qué cosas… 

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Blog de WordPress.com.

Subir ↑

A %d blogueros les gusta esto: